Las proclamas de Fernando VII en San Mateo Huichapan

Proclama se define en la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española como una notificación pública; en la época virreinal las proclamas también se hacían mediante monedas o, mejor dicho, las grandes noticias (la noticia de la ascensión al trono de un monarca, por ejemplo) se acompañaba con la acuñación de monedas conmemorativas llamadas proclamas.  

Estas monedas podían tener un cospel propio (cospel.- disco de metal dispuesto para recibir la acuñación en la fabricación de las monedas) o un cospel correspondiente a las de la moneda corriente o en uso (en plata de 8, 4, 2,1 o ½ reales). También se hacían en cobre y bronce.
En la historia de la proclamas virreinales o novohispanas hay dos periodos definidos por el método de fabricación y la calidad de las monedas. Las medallas de Felipe V, Luis I y Fernando VI (de 1700 a 1759) se hacían a la cera perdida. A partir del reinado de Carlos III (1759) se cuenta ya con modernas maquinas troqueladoras.

Las proclamas eran repartidas para celebrar los grandes acontecimientos del reino “se obsequiaban a la población acomodada y pudiente de la Nueva España, aunque también se hacían llegar a toda la población como obsequios, en grandes eventos se lanzaban a la muchedumbre con el fin de que conocieran a su monarca o las novedades de artes, cultura, entre otros.” (https://eldatonumismatico.wordpress.com/las-proclamas-en-el-mexico-colonial/)


Todo lo anterior sirve para mostrar la proclama acuñada en San Mateo Huichapan en 1809 para celebrar la coronación de Fernando VII (acaecida en 1808). La proclamación fue hecha por Don Antonio de Chávez Nava. 

*Agradezco la imágenes a Javier Lara Bayón

Huichapan 1951

En la Mediateca del INAH es posible encontrar algunas imágenes del siglo pasado y ver la arquitectura que tanto nos enorgullece de Huichapan. Estas fotografías son en color y a casi 70 años de esas tomas y hay detalles que vale la pena hacer notar. 
Es interesante ver lo poco cuidado del atrio y las gallinas paseando libremente, pero también el color rojo de la puertas, que con seguridad se trata del color original de esa bellas y enormes puertas. 


















Un agradecimiento a Javier Lara Bayón que hizo de nuestro conocimiento estas imágenes. 

Oratorios otomíes de San Miguel Tolimán





Presento un vídeo del Instituto Nacional de Antropología e Historia que habla de los oratorios otomis, que, aunque no tan numerosos como en Toliman, se conservan aun muchos en Huichapan y Tecozautla, y de las que valdría hacer un buen estudio. Les adjunto el vídeo con la esperanza de hallar ejemplos tan notables como los que aparecen ahí.

En defensa de una barda

Parece increíble cuanto ha crecido Huichapan en unos pocos años. Ya no hay que trasladarse a San Juan de Río o Querétaro para adquirir algunos bienes y servicios. La zona comercial se ha desplazado hacia la calle de Javier Rojo Gómez, en las inmediaciones de la central de autobuses, lo que permite a los vecinos de las comunidades adquirir bienes de consumo sin necesidad de desplazarse lejos cuando van a la cabecera municipal.

Muy cerca de ahí se encuentra la casa natal de Abundio Martínez, de la que hablaremos por extenso en otra entrada, pero por ahora interesa hablar de…una barda. Se localiza justo enfrente de la casa del músico y corre el peligro de desparecer ante el crecimiento y aparición de nuevos comercios en ese lugar.

Esta barda es como muchas de Huichapan de piedra y mortero, no de gran altura, y resguarda un pequeño solar. Su particularidad y belleza radica en contar con una pequeña cruz en bajo relieve junto con una repisa de piedra, que seguramente sostenía las candelas que los viandantes dejaban a su paso, al doblar la calle que antiguamente era el límite de la ciudad. Sin duda puede considerarse como un pequeño humilladero.

Su bella apariencia se complementa con la existencia desde hace años de un órgano. La existencia de esta modesta barda, que señalaba con una sencilla cruz el fin o el inicio de un camino quizá lleno de peligros, es muy elocuente.

Modesto humilladero a la entrada de Huichapan

La Casa del Artesano


Es posible que en Huichapan muchas personas desconozcan éste edificio que estuvo por décadas en el abandono. Se localiza en la calle posterior a la parroquia de San Mateo (Calle Manuel Chávez Nava). Formó parte del extenso y ahora fraccionado conjunto conventual franciscano del siglo XVI. Posiblemente su uso originario fue el de hospital, en el sentido que esta palabra tenía antiguamente (casa que servía para acoger pobres y peregrinos por tiempo limitado).

Tras la aplicación de las leyes de Reforma a mediados del siglo XIX, este edificio fue separado y cedido a particulares; se cuenta que ahí vivió un artesano, lo que justificaría el nombre con el que se le conoce. Posteriormente fue escuela de señoritas y fue finalmente abandonado ya en el siglo XX, al parecer por causa de un incendio, aunque no es eso lo que muestra el edificio. En años recientes se produjo un incendio en los puntales que se pusieron para proteger del colapso de una parte del edificio.

Es un edificio especialmente importante por la información que resguarda. Conserva parte los antiguos sistemas de conducción de agua virreinales, un bello mirador conventual y pintura mural de varios siglos, (en uno de los muros interiores se observan los sillares pintados que hasta hace pocas décadas también ostentaba la portada de la iglesia). Este edificio muestra las modificaciones hechas durante los siglos XVI al XIX.

Mirador
Su restauración, hasta el momento muy respetuosa de lo que se conserva, ha sido gracias al arquitecto Enrique Zapiain que realizó una extensa investigación y propuesta de restauración, y gestión, solicitando a varias administraciones municipales la intervención de conservación de ese importante inmueble. Su objetivo era restituirlo a la población de Huichapan para, entre otras cosas, promover la formación de artesanos locales en variadas disciplinas y justificar así, plenamente, el nombre con el que se le conoce.


Gracias a la saliente administración municipal, ya se han restituido las viguerías, pisos y techos que le permitirían volver a disfrutar de sus espacios. Desde este blog nos congratulamos y esperamos la conclusión de ese proyecto para el disfrute de los huichapenses.

Pintura mural s. XVIII
Pintura mural  en la escalera
Vista desde la antigua cancha municipal

El Astillero


Cuando se estudian los documentos que testifican el pasado de Huichapan, es notable la riqueza e importancia que durante los siglos XVII, XVIII y XIX llegó a detentar. Todo parece indicar que, no siendo una región minera, toda su riqueza era producto de la agricultura y la ganadería, es difícil imaginar hoy como Don Manuel González amasó tan grande fortuna en una zona que hoy tiene grandes carencias y presenta tantos riesgos para la agricultura. También es difícil imaginar como un lugar como la hacienda de Cazadero, tan próxima, en los linderos de Querétaro e Hidalgo, fuera durante el virreinato, como su nombre lo indica, un lugar apto para la caza de venados y otras especies.

¿Qué ha pasado desde entonces? Al parecer la explotación desmedida de la riqueza forestal de los cerros de la región, ha puesto en jaque la agricultura y ganadería local.

En el municipio de Huichapan hay un elevado y hermoso valle, que no es otra cosa que una enorme caldera volcánica, una de las más grandes que hay en México, ahí está la hacienda del Astillero que en su nombre hace referencia a su vocación originaria. La comunidad de la Escondida, muy cerca de ahí, tiene aun el recuerdo de que sus abuelos llegaron ahí para talar los encinos que aun había. Al parecer los cerros de Nopala y de Huichapan con su domo volcánico conocido como Hualtepec, fueron ricos en vegetación y fauna y por ende en agua, que manaba en los múltiples –y hoy algunos extintos- manantiales de Huichapan, San José Atlán y Tecozautla.

La recuperación de los bosques de esta región parece algo difícil, pero sin duda es la única manera de asegurar un buen abasto de agua, no solo para la agricultura, sino incluso para el consumo humano, en un futuro no tan lejano.

Hay experiencias de reforestación exitosas (aquí y aquí) pero para su implementación se requiere de la participación de todos. Esperamos de las autoridades municipales y estatales, así como de los ejidatarios y habitantes de ese lugar, sean conscientes de su papel en ello.

Manuel Antonio Rojo del Río Lafuente Lubían y Vieyra

Cumplidos ya los 250 años del fallecimiento en Manila de Dn. Manuel Rojo del Río Lafuente,  Lubián y Vieyra, hace falta hacer un homenaje a éste ilustrísimo y para muchos, desconocido huichapense.


Manuel Rojo del Río nació un 24 de septiembre de 1708 en Huichapan, su padre fue el capitán don Manuel Rojo del Río y Lafuente, fue un brillante estudiante desde su juventud, optó por la carrera eclesiástica y después de cursar sus estudios en la ciudad de México, se trasladó a la Universidad de Salamanca en España  donde obtuvo los grados de doctor en teología, bachiller en leyes y de doctor en sagrados cánones, a su regreso fue canónigo de la Catedral de México.  Por sus estudios en leyes formó parte del Tribunal de la Inquisición de la Nueva España desde 1746, en ese mismo año fue nombrado inquisidor ordinario del obispado de León de Nicaragua, así como de las diócesis de Filipinas y Yucatán. Será recordado también por ser el fundador el 29 de enero de 1759 del Real Colegio de Abogados de Nueva España, donde germinaron muchas de las ideas que conducirían a la independencia de México. Nombrado arzobispo de Manila en la ciudad de México, partió rumbo al puerto de Acapulco y en su camino consagró la iglesia de Santa Prisca en Taxco. Ya en Manila fue nombrado también gobernador de las Islas Filipinas, aprendió tagalo y visito parroquias y curatos para conocer su arquidiócesis. Fortifico durante su gobierno las murallas de Manila. Con la declaración de guerra del Reino Unido a España en 1762 mostró sus enormes dotes de gobierno. Falleció el 30 de enero de 1764, su cuerpo está enterrado en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe de la Catedral de Manila, pero su corazón reposa en el Templo de la Enseñanza de la Ciudad de México.

Manuel Rojo del Río Lafuente Lubián y Vieyra, envió a la Catedral de México desde Manila, como regalo póstumo, el facistol que aún se conserva en el coro de la catedral. De este hombre generoso que vivió y brilló en tres continentes en pleno siglo XVIII queda mucho por investigar. El apellido Rojo pervive hasta nuestros días en su ciudad natal.

Dos interesantes documentos que dan cuenta de su vida y obras pueden consultarse aquí y aquí

El Chapitel

Huichapan tiene a orgullo ser el lugar en el que se conmemoró por vez primera en 1812 el aniversario de la insurrección de Hidalgo. De este importante episodio de la historia de Huichapan, escribe el historiador Eric Van Young en su libro La otra rebelión (2001; FCE, 2006).

Uno de los sitios donde la conmemoración tuvo lugar entre el 14 y el 1 de octubre de 1812 fue en un lugar conocido, entonces y ahora, como El Chapitel. Ahí, tuvieron lugar las arengas insurgentes de Ignacio López Rayón.

Siendo uno de los intereses de este blog hablar del patrimonio arquitectónico de Huichapan, ésta es la ocasión de hablar de ese pequeño e importante edificio conocido como El Chapitel.
El Chapitel es un edificio de dos plantas, con una puerta y un balcón hacia la plaza principal del pueblo, colindante al atrio de la iglesia, dentro del predio que perteneció al conjunto conventual de San Mateo Huichapan hasta mediados del siglo XIX.

Su importancia histórica sugiere hacer algunas preguntas sobre su nombre, origen y forma.

Chapitel, según los diccionarios, es el remate de una torre, campanario o iglesia, pudiendo tener forma piramidal o cónica. El techo de nuestro Chapitel es plano ¿dónde quedó el remate?, ¿existió un chapitel arquitectónico?, ¿por qué se llama así?
Luego ¿por qué fue este pequeño edificio el lugar elegido para las proclamas de López Rayón? ¿Qué era o qué función tenía antes de eso?
Y por último, ¿por qué su apariencia exterior es la de la arquitectura civil de la segunda mitad del siglo XIX, no la que corresponde a la de 1812?

Para responder estas preguntas, casualmente, tuve ocasión de ver otro Chapitel sin remate apuntado, con una clara vinculación a un conjunto conventual, como en Huichapan y ubicado justo en la plaza principal de una localidad próxima –en más de un sentido- a Huichapan. Se trata de un dibujo de la plaza de Aculco en 1838 y que amablemente me mostró el investigador Javier Lara Bayón (autor de este blog). Ese edificio cuenta con los mismos elementos estructurales que el de Huichapan: es una pequeña estructura elevada, con un balcón, adosada al muro del atrio, mirando a la plaza.

Es muy probable por tanto que el nombre que ostenta tanto el del dibujo de Aculco (el edificio ya no existe), como el edificio de Huichapan, sea por extensión, es decir, por alguno de ellos que estuvo cubierto con un chapitel arquitectónico (de manera parecida a llamar "zócalo" a todas las plazas mayores, ver aquí).

Sobre su función y uso, en México a través de los siglos (1880), se lee lo siguiente:

"Los religiosos y los párrocos clérigos hicieron fabricar en los pueblos grandes, y adonde los vecinos de un distrito o provijcia se reunían cierto día de la semana en los mercados que llamaban 'tianguis', unas ermitas que recibieron el nombre de chapiteles, y eran capillas muy pequeñas, en donde apenas cabían el sacerdote que decía la misa y el acólito que la ayudaba; pero abiertas y dispuestas de tal manera, que todos los que estaban en el mercado podían ver la misa sin abandonar el lugar en que tenían sus mercancías".

Por tanto, el Chapitel de Huichapan fue una capilla abierta, parecida en dimensiones a la que se conserva en Tlahuelilpan, Hgo., donde tenía lugar la celebración de la misa dominical y que, por su forma y privilegiada localización en la plaza, fuera el lugar idóneo para arengar al pueblo.
Por último, es posible suponer que su apariencia actual, muy distinta de la del dibujo de Aculco y la de Cocotitlan, Edo. de Mex., (es el otro chapitel que aún se conserva en pie), se deba a que fue remozada tras la desamortización de los bienes de la Iglesia, para darle una apariencia más civil y menos eclesiástica pero manteniendo vivo el recuerdo de las proclamas insurgentes de 1812.

No dejen de visitar el Chapitel que forma parte del Museo de Arqueología e Historia de Huichapan.

¿Patrimonio o estacionamiento?

La evangelización de la Nueva España, se llevó a cabo en espacios abiertos, tanto por la benignidad de clima como por la importancia que los espacios al aire libre tenían para nuestros antepasados indígenas como lugar de culto y de reunión.

Los atrios no eran solo el “vestíbulo” del templo cristiano, eran el templo mismo, lo que explica la existencia de las capillas abiertas en las iglesias del siglo XVI, que fungian como el presbiterio de esos imponentes templos que tenían por bóveda, el cielo azul.

San Mateo Huichapan, fundado de 1531 - se cumple este año el 480 aniversario- conserva el generoso atrio y la cruz como invaluables testigos de la fundación. Éste espacio seguramente contó con una capilla abierta, en el lugar que ahora ocupa la parroquia de San Mateo, edificación del siglo XVIII construida con el legado de capitán Manuel González de León.

El uso del atrio como lugar de culto se ha perdido, no así su uso como lugar de reunión, como puede atestiguarse cada domingo en Huichapan.
El atrio es un espacio con la vocación de acoger a las personas, no se trata de un baldío, un estacionamiento o una extensión de la calle. Fue un espacio sagrado, -templo y, posteriormente, cementerio-, sin duda no es el lugar que deba usarse para estacionar automóviles, tal y como viene sucediendo desde hace ya bastante tiempo.

Solicitamos atentamente por este medio a las autoridades eclesiásticas y municipales de Huichapan que tomen cartas en el asunto para evitar que se use el atrio como estacionamiento.

Cuando la “limpieza” borra el pasado

En una entrada publicada hace algún tiempo en este blog, se comentaba la ornamentación con anagramas en los dinteles de las puertas, tan característica de la ciudad de Huichapan, y en otra entrada, se trató el tema de la pintura mural o “piel” de la arquitectura, ese elemento protector tan necesario y al mismo tiempo tan vistoso.

Pues bien, recientemente, en la calle Abundio Martínez se “limpió” la portada de una antigua casa perdiendo un importante testimonio de la presencia de anagramas y de pintura mural. Esa portada ostentaba una delicada pátina* producto del viento y las lluvias, logrando un efecto deslavado imposible de lograr por otros medios. Dejaba al descubierto simultáneamente las múltiples capas de pintura a la cal en tonos rojos, blancos y ocres, tan propios de la arquitectura mexicana.



En el dintel de esa puerta, las lluvias habían dejando al descubierto el intento de un antiguo propietario por borrar los anagramas religiosos que, sin embargo, habían dejado una “cicatriz” en la piedra. Los anagramas de Santa María, de Cristo y de San José habían sido eliminados, pero, por la distinta porosidad de la piedra y las sucesivas manos de pintura a la cal (sí, la piedra se cubría para protegerla de la intemperie, la piedra expuesta es moda sólo a partir del siglo XX, ver acá), dejaban ver los antiguos anagramas como un “fantasma” (dar clic en la foto).

Lamentablemente un errado sentido de “pulcritud” desapareció a los “fantasmas” y ha dejado la piedra expuesta (ver foto). En realidad, ahora es difícil diferenciar esta puerta de otra de reciente factura. Además, por si fuera poco, el actual dueño ha quitado la puerta de madera (ciertamente muy maltratada, pero rescatable) y ha convertido el señorial zaguán de la casa en un local de renta.



Esperamos que esta equivocada idea de “limpieza” no se ponga de moda, dañando otras portadas iguales o mejor conservadas como la de “La Manchega”.






*Las pátinas son capas o películas superficiales que representan el estado de envejecimiento de un material. Su formación no implica necesariamente procesos de degradación o deterioro, e incluso pueden proteger al material.